La cigüeña negra

Algunos kilómetros aguas arriba han dejado atrás su viejo nido donde este año han logrado criar tres pollos que ahora vuelan cicleando junto a ellas. La experimentada pareja de cigüeñas negras vigila desde lo alto las maniobras de los jóvenes mientras se aproximan al habitual lugar de encuentro con sus vecinas.

Pintura de Jose Projecto.

Agosto. El embalse, a pesar del gratificante cauce que recibe, insuficiente a todas luces, pierde capacidad debido al consumo y al elevado nivel de evaporación que sufre su desprotegida y plana superficie. Un islote ha quedado al descubierto y decenas de cigüeñas negras aprovechan tan seguro buque. En las someras orillas algunas intentan capturar peces y cangrejos, mientras las más se dedican con esmerada paciencia a acicalar su plumaje. Totalmente negras si no llegamos a observar su blanquísima parte inferior, el sol impregna de brillos verdosos y purpúreos su oscura librea, resaltada por el rojo intenso de pico y patas en los adultos.

A las puertas del otoño las cigüeñas negras pondrán rumbo al estrecho de Gibraltar y sólo unas pocas se decidirán a afrontar el invierno en Extremadura. Mientras algunos países centroeuropeos recuperan a esta bellísima ave gracias a la expansión de las nutridas poblaciones del este, en Extremadura sobrevive el grueso de los efectivos ibéricos, reproduciéndose en la región más de 170 parejas, lo que representa casi el 60% de la población española. Debido a este relativo escaso número y a sus preferencias por enclaves tranquilos y agrestes, la cigüeña negra suele pasar desapercibida para aquellos que la suponen tan observable como la cigüeña blanca. Sin embargo, existen lugares de nidificación muy apropiados para gozar con sus vuelos y proceso de reproducción, como es el caso del Salto del Gitano, enorme roquedo al pie de la carretera enclavado en el Parque Nacional de Monfragüe.