La dehesa

Dehesa. Acuarela de José Antonio Palomo.
En Extremadura existe alrededor de un millón de hectáreas de bosque adehesado, resultado de las modificaciones que la actividad humana ha efectuado sobre el bosque original. Esta acción consiste en el aclareo de la vegetación, eliminando totalmente el matorral y entresacando el arbolado, lo que produce el monte hueco o dehesa, que permite aprovechamientos ganaderos y agrícolas, además de silvícolas. La dehesa es un excelente modelo de explotación de terrenos de secano, ya que admite el sustento de la ganadería y la obtención de cosechas cerealistas a la vez que acoge una rica comunidad de fauna silvestre.

La encina alcanza en condiciones naturales 1,5 metros de diámetro en el tronco, 20 metros de altura y llega a vivir más de 800 años. Soporta temperaturas altas y bajas, resiste el azote del viento y de los violentos aguaceros invernales, y rebrota vigorosamente tras los incendios. Los restos de sus hojas y ramas abonan el suelo y con su ramaje lo defiende del efecto del sol, la lluvia y el viento. Las bellotas, que maduran desde octubre hasta diciembre, alimentan al ganado y a la fauna silvestre durante el invierno. Sus ramas y tronco sirven de soporte y guarida para la fauna. Sus profundas raíces bombean agua y nutrientes desde el subsuelo, poniéndolos al alcance de las cortas raíces de las plantas herbáceas y permitiendo el desarrollo de un pastizal de gran interés ganadero que han aprovechado desde antiguo las razas ganaderas autóctonas, algunas de ellas en franco declive o al borde de la extinción, como la vaca blanca cacereña.

La densidad de encinas en una dehesa suele situarse entre 35 y 50 pies por hectárea, con una producción media de bellotas de 500 kilos anuales por hectárea. Esta producción es aprovechada principalmente por el cerdo ibérico, cuya cabaña resultó muy mermada a partir de 1960 debido a la introducción de la peste porcina africana, provocando indirectamente la pérdida de valor del vuelo de la encina, lo que indujo a muchos propietarios a sobrepodar o talar el arbolado para resarcirse de las pérdidas económicas. Actualmente la región está libre de esta enfermedad y la cabaña porcina se recupera, lo que sin duda podrá beneficiar a la conservación del arbolado.

La agricultura en las dehesas está enfocada a la obtención de forrajes y cereales-pienso como suplemento alimenticio a la ganadería. Los campos más fértiles pueden cultivarse durante varios años seguidos, rotando cosechas de cereales (trigo, cebada y avena) con otras de leguminosas con el fin de nitrogenar los suelos. Pero lo más frecuente en la dehesa es que se recurra al sistema de barbecho, característico de las tierras pobres y poco profundas. Después de un año de añada o año de cosecha, el campo se deja de cultivar otro año (cultivo de año y vez) o varios (cultivos al medio, al tercio o al cuarto). En la dehesa este periodo de descanso de la tierra suele estar entre los cinco y siete años. La mecanización del campo, junto con el sobrepastoreo, son factores que están impidiendo el desarrollo de renuevos de encina, uno de los principales problemas de la dehesa en la actualidad.

Además en la dehesa se producen otros variados aprovechamientos, todos ellos, cuando se realizan de modo tradicional (entendido este como durable), no sólo compatibles con la conservación de la biodiversidad de estas formaciones sino también necesarios para mantener su estructura, como la producción de leña y carbón, la extracción del corcho y la apicultura, además de otros usos de carácter más puntual (fabricación de herramientas con madera de encina, aprovechamiento de plantas aromáticas y medicinales, setas y otros productos naturales, etc.).

Tras la poda de las encinas, que se efectúa de diciembre a febrero, la leña es acumulada en una zona previamente aclarada y colocada en un cúmulo de unos 15 metros de diámetro y varios pisos o tandas de leños, que son cubiertos por un manto de retamas o jaras y una capa final de tierra menuda, en la que se abren las lumbreras para propagar y graduar la combustión. La carbonera debe ser vigilada y atendida permanentemente durante unos 24 días, extrayéndose finalmente el carbón.

Cada nueve o diez años los alcornoques proporcionan una producción de corcho, cuya extracción tiene lugar durante el verano, época en la que, careciendo de humedad, se desprende mejor. El tronco queda con un característico color rojizo que irá oscureciendo con el paso del tiempo para adquirir un tono gris a medida que la nueva corcha crece. La saca del corcho exige pericia y maestría, pues de lo contrario el árbol resultará dañado. El corcho, tradicionalmente aprovechado para la fabricación de tapones y enseres artesanales, en la actualidad se utiliza además como aislante térmico y acústico en la construcción, como material de flotación, elaboración de calzado y telas, decoración, etc.

Las dehesas, en muchos casos propiedades muy extensas, han sido dirigidas tradicionalmente desde el cortijo, reminiscencia de la villa romana. Su estructura suele constar de patio o corral que sirve de elemento de distribución para los edificios, diferenciados según sus funciones: aposentos de propietarios, administrador, guardas, boyeros y pastores; naves para el ganado estante; cuadras de ganado de tiro y monta; doblados para almacén de grano; capilla; etc.

La gran fauna alada que se reproduce en los roquedos y bosques de las sierras utiliza las dehesas como zonas de campeo en busca de alimento, como los buitres leonado y negro, el alimoche, las águilas real, perdicera, imperial y culebrera. Los primeros sobrevolarán los campos distribuidos sobre una ancha extensión en busca de ganado muerto, las segundas otearán en solitario, bien desde el aire bien desde quietas atalayas, atentas al movimiento de sus presas entre las esparcidas encinas. Pero además, la dehesa acoge una gran diversidad de especies orníticas, como son: elanio azul, ratonero común, milanos, grulla común, rabilargo, abubilla, paloma torcaz, etc. Entre los mamíferos más frecuentes en las dehesas cabe citar al lirón careto, el erizo común, la comadreja y la gineta. Los reptiles están representados por las culebras de cogulla, bastarda, de escalera y de herradura, el lagarto ocelado y las lagartijas colilarga y cenicienta, además de la culebrilla ciega, siempre bajo tierra. También de hábitos excavadores son algunos sapos típicos de este biotopo, como el de espuelas y el partero ibérico.

Elanio azul. Dibujo de José Antonio Palomo.
En cortijos y edificaciones agroganaderas pueden encontrarse algunas especies faunísticas que aprovechan las distintas dependencias y estructuras para reproducirse o cobijarse, como son estorninos, cernícalos, cigüeña blanca, mochuelo, lechuza, golondrinas, avión común, carraca, gorriones, murciélagos, ratones, salamanquesas, lagartijas y culebras. Las paredes de piedra que limitan propiedades o cuartean éstas, son verdaderos setos vivos utilizados por ratones, abubillas, lagartos, lagartijas, culebras y sapos como lugar de reproducción o para invernar y estivar.

Pared de piedra y dehesa. Pintura de M. Sosa.