El llano

En contra de una equivocada imagen de Extremadura, que ha sido incluida tradicionalmente en el contexto de la España seca, árida y desertificada, en la región domina la superficie forestada, si bien existen amplias zonas desprovistas casi totalmente de sustrato arbóreo. No obstante, tal circunstancia no se debe a los rigores que el clima pueda representar, sino a los avatares históricos.

Los extensos llanos cerealistas y de pastizal que se concentran en las comarcas de Brozas, Cáceres, Trujillo y La Serena gozaron en su día de masas forestales de bosque y matorral mediterráneos tal y como aún puede apreciarse en las comarcas aledañas. Curiosamente, gran parte de este territorio actualmente deforestado fue dominio de la Orden de Alcántara, encargada de la defensa del solar reconquistado a los musulmanes en el siglo XIII. El puente romano de Alcántara, único paso transitable sobre el río Tajo, facilitó el trasiego de nutridos rebaños de oveja merina que, al amparo del Concejo de La Mesta, adquirieron un cada vez mayor peso específico frente a los intereses agrícolas. Extremadura, antigua tierra fronteriza y ahora retaguardia de los territorios cristianos, es utilizada por los ganaderos del norte como invernadero para sus rebaños, contando para ello con el apoyo de los distintos monarcas cristianos. El intenso efecto de la ganadería sobre las principales zonas de pastaderos provocó la lenta desaparición de matorrales y arbolado, a lo que sin duda también debió contribuir la lucha contra las plagas de langosta, pues como único método se procedía a la roturación de las zonas afectadas, causando la pérdida de renuevos en la vegetación. Estos cambios en el paisaje, profundos y extensos, provocaron modificaciones importantísimas en el conjunto del ecosistema, teniendo como consecuencia el cambio de la fauna asociada al mismo. Tales efectos quedan patentes en la composición de la avifauna de estas zonas pseudoestepáricas, incorporándose a las mismas especies procedentes de las áreas semidesérticas norteafricanas y esteparias asiáticas.

Así pues, estos paisajes de llano que en la actualidad, a pesar de ser infravalorados estéticamente, son reconocidos como espacios de singular importancia para la conservación de determinadas especies de aves, han sido generados por un proceso de ocupación y uso agroganadero del suelo que ha supuesto en primer lugar la deforestación de tales zonas y, por consiguiente, la pérdida irrecuperable de suelo fértil. Es decir, todo un desastre ecológico del que hoy parece nos olvidamos. Sin embargo, el proceso está todavía en marcha y la desertificación de los llanos, particularmente en La Serena, continúa, aunque soterradamente. Los ganados ya no trashuman y permanecen durante todo el año en las fincas, lo que, llegada la época de primavera-verano, acarrea un intenso pisoteo sobre el pastizal y la semilla, reduciendo su potencial de regeneración, y sobre el mismo suelo, que resulta compactado y batido, lo que facilita el arrastre de la tierra durante las lluvias otoñales. Por otra parte, la intensidad del pastoreo unido a la sobrecarga ganadera afecta directamente a la conservación de las especies faunísticas, particularmente a las aves esteparias, que nidifican en el suelo y precisan de la protección del pasto primaveral. Pero si, de haber existido en aquella época conciencia ecológica, hubiera sido ardua tarea la lucha contra los señores feudales que asolaban estas tierras, no menores son los gigantes que hoy representan los intereses agrícolas europeos bajo cuyas directrices se ven obligados a vivir agricultores y ganaderos.

Y esta áspera corteza impuesta por los siglos cubre ahora el paisaje del llano, dibujado con líneas siempre paralelas al horizonte y donde el sol, a pesar del rigor de su abrasadora luz, es incapaz de generar sombras. Sólo algunos achaparrados cortijos dejan crecer a su vera algunos viejos eucaliptos que no consiguen sino dar un punto de fuga a tan infinita perspectiva. Aquí, aprovechando soportes, huecos, tejas y paredes de las construcciones, encontramos salamanquesas, lagartijas y culebras, como la de herradura, frecuente en medios antrópicos y cuya presencia provocará seguramente el rechazo de las personas. Sin embargo, este ágil reptil ayudará a mantener las habitaciones libres de roedores, abundantes en silos y cuadras. Entre las aves que utilizan estas islas a flote en medio del llano son habituales gorriones y estorninos, que nidifican con algarabía bajo teja, además de la blanquinegra cigüeña, que pastorea los prados en pos del abundante langosto y sigue con aplicado interés los surcos que el tractor abre, aprovechando insectos y pequeños vertebrados que el arado descubre. Posados en postes y cables suelen dibujar su silueta los cernícalos vulgar y primilla, y nos sorprende la viva pincelada de color que es la carraca.

Pero los abiertos campos, donde sólo se levantan los puntiagudos "dientes de perro" como si de una clara manifestación de ira de estos pizarrosos suelos se tratara, acaban por adornarse de una verde lámina y las vaguadas retienen en nivelados cauces aguas limpias que fructifican en ranúnculos, botones de oro, juncos y adelfas. Los fríos del otoño, cuyos vientos no encuentran obstáculos, traen también a estos llanos bandadas de avefrías, además de alondras, chorlitos y bisbitas, si bien las aves invernantes más emblemáticas de estos parajes son las grullas.

La breve primavera despide el vuelo norteño de estas aves y da paso a la nidificación de las especies típicamente esteparias: avutarda, sisón, alcaraván, ganga, ortega, canastera, aguilucho cenizo,... La mayoría de ellas, adaptadas a la cría en el suelo, necesitarán de un plumaje críptico que les ayude a pasar desapercibidas durante el periodo de incubación, motivo por el cual las hembras de estas especies presentan un diseño y colorido de plumaje muy diferentes al de los machos. Estos, necesitados de elementos de atracción para las hembras y notoriedad en el extenso llano, se adornan de plumajes vistosos y llamativos. La crianza de los pollos, por otra parte, indefensos en un nido que no les proporciona seguridad, es acelerada gracias al elevado consumo de proteínas contenidas en su dieta estival, basada en la langosta migratoria. Para agricultores y ganaderos, sin embargo, las densidades elevadas de langosta les puede representar un serio perjuicio que suele exigir tratamientos químicos, efectivos sólo si se actúa de forma precisa y sobre los "rodales".

Sisón. Pintura de J. Varela.
Otros visitantes de las sierras y dehesas próximas a los llanos suelen campear en busca de alimento. Así, el águila culebrera imita a los cernícalos en su inmóvil aleteo tratando de caer sobre lagartos y culebras, que aprovechan los almajanos para reproducirse y solearse. Otras rapaces, como milanos real y negro, ratonero común, águilas perdicera y real, también son asiduos visitantes de estos despejados y abundosos cazaderos en los que la veloz silueta del halcón peregrino se dibuja sobre el claro cielo mientras descuelga con un preciso golpe de sus garras a la alondra, la paloma o la perdiz.

Perdices en rastrojo. Óleo de M. Sosa.