El medio construido

 Fuente de Cantos. Acuarela de Antón Hurtado.


Los pueblos y ciudades de Extremadura son todavía de la talla del hombre, donde la actividad diaria no se supedita al tamaño ni las distancias. Reflejan nuestros cascos urbanos aún la estructura de otros tiempos y así se apiñan los pueblos mirando sus casas hacia la fortaleza protectora del cerro, abren sus principales vías a las callejas y caminos que distribuyen personas y ganados a las distintas propiedades, buscan las principales calles y casas amparo religioso en la proximidad de la prominente iglesia,... Y en función de la comarca encontramos distintas tipologías en las calles, empedradas algunas, estrechas la mayoría, y en las viviendas. En la montaña dominan las construcciones de dos pisos, en zonas de llanura la casa reproduce un concepto más romano de la vivienda, con patio central que distribuye los aposentos. Se mantienen todavía vivos algunos barrios judíos, como el de Hervás, y conjuntos medievales de excepcional importancia histórica y estética, como Cáceres, Plasencia y Trujillo. Los materiales empleados en estas construcciones han sido el adobe y la madera en los pueblos serranos, la piedra y el hierro forjado en los núcleos medievales, la cal nívea en las casas señoriales y en las humildes viviendas, la teja árabe siempre cubriéndolo todo.

Galisteo. Acuarela de Antón Hurtado.

Calles empedradas, paredes de piedra, macetas y plantas silvestres, patios y huertos de intramuros, oquedades minúsculas y mechinales, aleros, balconadas, chimeneas de enorme y bellísimo porte, fuentes y pilones, mar de tejas con millones de cobijos, campanarios y torres dominantes,... Esta diversidad de sustratos y soportes ha permitido a un gran número de especies faunísticas asentarse y vivir entre los humanos, utilizando también, en el caso de las aves, el entorno inmediato, pues aquí no hay extrarradios ni zonas de transición: el campo entra de lleno a los pueblos de Extremadura.

Las especies que utilizan este ambiente antropógeno también se encuentran en hábitats más "naturales", pero algunas de ellas están secularmente unidas a nuestros núcleos urbanos. Abundan, por ejemplo, gorriones y estorninos, que aprovechan cualquier resquicio para nidificar, y son mensajeros de la primavera las golondrinas, los aviones y los vencejos. Estos últimos aletean vertiginosamente en bandos, seguidos siempre por su penetrante chillido, mientras capturan al vuelo los diminutos insectos alados. El vencejo real, menos frecuente que el común, prefiere puentes como los romanos de Mérida y Medellín o medievales como los de Plasencia, encontrando hueco suficiente para nidificar entre los bloques de granito. Los edificios de cantería, palacios, iglesias y fortalezas, son preferentemente utilizados por grajillas, cernícalos primillas y cigüeñas blancas.

Golondrina común. Ilustración de S. Turvey.
Durante la noche se puede escuchar el intrigante reclamo de la lechuza o adivinar su vuelo blanco sobre los tejados. En huertos y jardines, y dependiendo de la época del año, se llega a observar un gran número de especies aladas, pero las más habituales son los colirrojo tizón, mirlo, jilguero, petirrojo, herrerillo común, mosquitero común,... Los mamíferos, por sus requerimientos y hábitos, incompatibles en la mayoría de los casos con las características de los núcleos urbanos, sólo están representados por murciélagos, que en las calurosas noches veraniegas llegan a entrar en las ventiladas habitaciones en busca de insectos, y roedores. Zorros, ginetas y comadrejas campean también por las solitarias calles y patios durante la noche tranquila del pueblo. Antes de que el sosiego llegara definitivamente, mientras los vecinos han hecho corros en los umbrales agradeciendo la fresca marea, las blancas paredes han sido visitadas por las salamanquesas común y rosada. En torno a las farolas se dibujan sus pequeños cuerpos, al acecho de las mariposas nocturnas que aletean incansables golpeando la luz del farol. Viejas patrañas afean a estos insectívoros e inofensivos animales, que la ignorancia popular llama "saltarrostros". Durante el día la lagartija colilarga es frecuente en suelos y paredes, mientras que la ibérica utiliza los tejados. Hasta el lagarto ocelado puede verse sobre la rugosa tronca de los olivos y, acechando nidos y jaulas, la culebra de herradura, popularmente conocida como “alicante” y a la que se le adjudica una falsa peligrosidad, pues es inofensiva para el hombre.

Lechuza. Pintura de Manuel Sosa.