El lince ibérico

¿Qué perdemos cuando una especie se extingue? ¿Acaso no forma parte del devenir de la vida en el planeta? Sí, seguramente ese ha sido el proceso, esa la dinámica del mecanismo de la vida que se abrió paso desde los mares, conquistando tierra y aire. Pero la adaptación lleva tiempo, el necesario para dar oportunidades a otras especies, a nuevas formas de vida. Mas el hombre ha provocado la aceleración vertiginosa de estos procesos en muy poco tiempo y las especies, vegetales y animales, son incapaces, casi siempre, de adaptarse y más aún de generar otras nuevas. Así, pues, tal vez no ocurra nada extraño, tal vez este es un cambio más en el planeta, acostumbrado a modificaciones aún de mayor envergadura. Pero sí es cierto que las especies reducen sus poblaciones y llegan a desaparecer porque el hombre ocupa su espacio, convirtiéndose en una especie absolutamente dominante, depredando de forma asombrosa sobre los seres vivos y sobre los recursos inertes, provocando transformaciones que tal vez afecten al clima del planeta y a su evolución geológica.

Lince ibérico. Pintura de M. Sosa.
Una de las especies que probablemente está viviendo sus últimos días es el lince ibérico, endemismo de la península y considerado el carnívoro más amenazado de extinción en Europa. Los cambios que, sobre todo, la revolución industrial había llevado a gran parte del viejo continente no llegaron a España, al menos a las regiones del interior. Así, a principios del siglo XX todavía se consideraba abundante a este animal en las zonas centro y sur de la península Ibérica. El desarrollo industrial iniciado en la década de los sesenta ya marcó una diferencia: crecimiento urbanístico, embalses, carreteras, cultivos,... Todo impulsado pensando exclusivamente en el hombre, sin tener en cuenta el sistema ecológico en el que éste vive. La distribución del lince en Extremadura quedó relegada a zonas montañosas y de serranías boscosas, como los núcleos poblacionales de Villuercas-Monfragüe, Gata y Sierra de san Pedro, aunque a finales del siglo XX se consideró extinguida la especie en estas áreas. En la actualidad sobreviven unos 250 ejemplares en Doñana y Sierra Morena principalmente. Sus hábitos nocturnos y sus fragosas querencias, unido a tan escaso número de efectivos, hacen del lince un fantasma de la espesura, observable no por perseverancia sino por fortuna.