Antes
de poner pie a tierra, el viajero ha querido ilustrarse sobre el camino que se
dispone a realizar, y como si de otros artilugios se tratara, echa al saco las
respuestas a algunos de los interrogantes que le asaltaron nada más decidir el
trayecto: ¿qué camino es éste y desde cuándo ha servido de vía de comunicación?
El
viajero, sentado a la luz clara de una mañana de primavera en la Plaza Mayor de
Trujillo, repasa sus notas. Desde la prehistoria, estas tierras trujillanas han
estado habitadas por el hombre, y constancia de ello son los abundantes
yacimientos calcolíticos (muy concentrados en torno al río Tamuja), poblados,
pinturas esquemáticas, estelas decoradas y esculturas zoomorfas de la Edad del
Bronce y castros de la del Hierro. Desde el sur, y superando el río Guadiana
por el vado de Medellín, se establecía contacto con la zona de Trujillo a
través del Puerto de Santa Cruz. Esta vía natural de la prehistoria continuaba
hasta el río Almonte (donde existían al menos dos castros junto al lugar de
paso) y, a buen seguro, seguiría camino al norte utilizando la penillanura,
vasto corredor vigilado desde las alturas adyacentes. Entre los lugares más
estratégicos se encontraría Monfragüe, que además ejercería el control del vado
del río Tajo, desde donde se accedería al norte de la actual Extremadura, dando
paso hacia la meseta a través de los valles del Jerte y del Ambroz. La relación que
esta vía natural y los asentamientos próximos tenían con la cultura ganadera
puede ser rastreada tanto por el medio físico donde están ubicados los castros
(cerros de riberos y cimas de sierras de escasas posibilidades agrícolas, pero
de enorme potencial ganadero) como por los indicios arqueológicos encontrados
(profusa representación de fauna doméstica, con restos de ovejas, cabras,
bóvidos, cerdos y équidos), a lo que hay que sumar los hallazgos de verracos,
representaciones de toros, jabalíes y cerdos que serían utilizadas como puntos
de referencia para los pastores trashumantes. El mismo papel podrían haber
desempeñado las estelas decoradas de la Edad del Bronce que, aunque vinculadas
al mundo funerario, podrían constituir también hitos de vías ganaderas y rutas
comerciales. En Torrejón el Rubio se han encontrado cinco estelas (tres de
ellas se conservan en el Museo Arqueológico Provincial de Cáceres y otras dos
permanecen en la localidad de origen), por lo que cabe adivinar la importancia
de Monfragüe como zona de control de esta vía de comunicación, subrayada por
una posible fortificación en la ubicación del castillo y, sobre todo, por la
abundancia de pinturas esquemáticas, de las que se han encontrado numerosas
estaciones distribuidas por el área del Parque Nacional.
Este
trayecto fue aprovechado también por los romanos, que conectaron Metellinum (Medellín) con Turgalium (Trujillo) y Capera (Cáparra) utilizando los mismos
vados del Guadiana y el Tajo. Si la trashumancia de largo recorrido había sido
hasta entonces una dudosa posibilidad dada la división territorial y la
probable conflictividad entre los distintos grupos, con la conquista romana la
trashumancia adquiere
carta de naturaleza gracias a la unificación territorial y del poder político.
Estelas de Torrejón el Rubio (Dibujos de José A. Palomo) |
Esta
unidad quedó de nuevo rota durante la conquista árabe, pero la trashumancia
renació con fuerza tras la expansión cristiana, utilizando los monarcas a
pastores y rebaños como medio de repoblación de las tierras que, prácticamente
deshabitadas, iban quedando en sus manos. Estas tierras de nadie,
más allá del río Duero (extremadurii),
fueron entonces destino de los ganaderos montañeses para su invierno
trashumante, que comenzaba en San Miguel (21 de septiembre) y finalizaba
alrededor de San Juan (24 de junio). Aquí, tras las parideras, separaban a las
madres y enredilaban a los corderos, lo que se conocía como “extremar el
rebaño”, siendo estas tierras, por tanto, el “extremadero”. La necesidad de
proteger a los rebaños, incluso con escoltas armadas, fue el origen de la
fundación del Honrado Concejo de la Mesta por Alfonso X en 1273, que sería
defendido por los monarcas en sus continuos enfrentamientos con los
agricultores y pastores estantes de Extremadura. Al mayor apogeo, alcanzado en
la época del imperio español (con más de tres millones de cabezas de ovejas
merinas), le siguió una época de crisis tras la Guerra de la Independencia y
acabó por desaparecer bajo la desamortización de 1836.
Los
movimientos del ganado se realizaban a través de vías pecuarias, cuya longitud
total se encuentra actualmente en 125.000 kilómetros ,
siendo las principales las cañadas reales, con 90 varas (75 metros ) de ancho. Una
de estas últimas es la Cañada Real Trujillana, también conocida como de la
Plata, del griego platys (camino
ancho) o del árabe al-Balâtâ (la
calzada). Partiendo desde Trujillo se dirige hacia el norte y atraviesa
Monfragüe, coincidiendo con las vías naturales utilizadas en la prehistoria,
hasta Plasencia. Desde aquí se adentra en tierras castellano-leonesas, pasando
por Béjar, Salamanca, Zamora, Benavente, La Bañeza y Astorga. Tras superar el
río Órbigo a través del Puente de la Vizana (que también da nombre a la Cañada
Real) concluye su trayecto en los Montes de Babia (donde permanecen los
despistados y soñadores) y Sierra de Gistredo.
A pesar
de que Jovellanos, en un informe al Consejo de Castilla a finales del siglo
XVIII, afirmaba: “Oblíguese a una sola de estas cabañas a permanecer todo el
verano en Extremadura, o todo el invierno en los montes de Babia, y perecerán
sin remedio”, lo cierto es que un siglo más tarde sólo realizaba trashumancia
el 3,6 por ciento del rebaño lanar extremeño, dato que resulta esclarecedor
para comprender el estado de abandono de las vías pecuarias. A esta situación
contribuiría la apertura de la línea de ferrocarril que unía la Alta
Extremadura (estación de “Palazuelo-Empalme”, hoy “Monfragüe”) con Astorga en
1896, ya que ofrecería tarifas reducidas para el transporte del ganado.
Este,
pues, será el camino que lleve a nuestro viajero desde Trujillo hasta Plasencia,
en un viaje de 80
kilómetros en dos etapas a vehículo y atravesando el
Parque Nacional de Monfragüe a pie.